El universo es un lugar inmenso y difícil de comprender. La parte del universo que podemos ver, el universo observable, tiene unos 93 mil millones de años luz de diámetro, mientras que el universo entero es al menos 250 veces más grande que el universo observable. El borde del universo observable está a 46.5 mil millones de años luz de distancia. Las distancias en el espacio son tan grandes que solo podemos usar la velocidad de la luz para medirlas. Nuestro propio planeta está a 150 millones de kilómetros del sol.
En este vasto escenario cósmico, surge una pregunta fascinante: ¿existe vida en el universo? ¿Hay otras civilizaciones inteligentes que hayan surgido en algún rincón de la galaxia o más allá? ¿Podremos algún día contactar con ellas o incluso visitarlas? En este artículo exploraremos estas cuestiones y veremos qué posibilidades hay de encontrar vida extraterrestre.
La inalcanzable búsqueda de civilizaciones extraterrestres
Una de las principales dificultades para establecer contacto con civilizaciones alienígenas es la expansión del universo y las vastas distancias interestelares. El universo se ha estado expandiendo desde el Big Bang, pero ¿a qué velocidad? La respuesta podría revelar si todo lo que pensábamos que sabíamos sobre la física es erróneo. La velocidad a la que se alejan las galaxias unas de otras depende de la constante de Hubble, un número que mide cuánto se expande el universo en el tiempo presente. La constante de Hubble establece la escala del universo, tanto su tamaño como su edad.
Pero hay un problema: los astrónomos no se ponen de acuerdo sobre el valor exacto de la constante de Hubble. Un método de medirla directamente da un cierto valor, mientras que otro método, que se basa en nuestra comprensión de otros parámetros sobre el universo, dice algo diferente. Esta discrepancia podría indicar que hay algo que no entendemos sobre la naturaleza del universo y sus componentes.
¿Qué implica esto para la búsqueda de vida extraterrestre? Implica que no sabemos con certeza cuán grande es el universo ni cuánto tiempo ha existido. Esto afecta a las probabilidades de que haya otras civilizaciones en el cosmos y a la posibilidad de comunicarnos con ellas. Por ejemplo, si el universo es más joven y más pequeño de lo que pensamos, eso reduce el número de galaxias y estrellas que podrían albergar vida. Por otro lado, si el universo es más viejo y más grande, eso aumenta las oportunidades para la vida, pero también hace más difícil alcanzarla.
Incluso si asumimos que el universo observable es todo lo que hay, las distancias son abrumadoras. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene unos 100 mil millones de estrellas y un diámetro de unos 100 mil años luz. Eso significa que si viajáramos a la velocidad de la luz (300 mil kilómetros por segundo), nos tomaría 100 mil años cruzarla. Y eso solo es nuestra galaxia. La galaxia más cercana a la nuestra es Andrómeda, que está a unos 2.5 millones de años luz. Y hay miles de millones de galaxias más allá.
Aunque tuviéramos naves espaciales capaces de viajar a una fracción significativa de la velocidad de la luz, nos tomaría miles de millones de años explorar otras galaxias. Y eso sin contar con los efectos relativistas que alterarían el tiempo y el espacio a esas velocidades. Por lo tanto, parece poco probable que podamos visitar o contactar con civilizaciones extraterrestres en otras galaxias.
La prometedora Vía Láctea
¿Significa esto que debemos renunciar a la esperanza de encontrar vida en el universo? No necesariamente. Aunque otras galaxias parecen estar fuera de nuestro alcance, nuestra propia galaxia podría albergar una gran cantidad de planetas habitables. De hecho, los datos recientes sugieren que hay alrededor de 300 mil millones de planetas solo en la Vía Láctea. Y muchos de ellos podrían estar en la zona habitable de sus estrellas, es decir, a una distancia que permite la existencia de agua líquida en la superficie.
¿Cómo sabemos esto? Gracias a misiones espaciales como el telescopio Kepler, que ha detectado más de 4000 planetas fuera de nuestro sistema solar, llamados exoplanetas. El telescopio Kepler usa el método del tránsito, que consiste en medir la disminución del brillo de una estrella cuando un planeta pasa por delante de ella. Así se puede determinar el tamaño y la órbita del planeta. Otro método es el de la velocidad radial, que se basa en el efecto Doppler que produce el movimiento del planeta y la estrella alrededor de un centro común de masa. Así se puede estimar la masa y la distancia del planeta.
Usando estos métodos, los astrónomos han encontrado una gran variedad de exoplanetas, desde gigantes gaseosos como Júpiter hasta pequeños rocosos como la Tierra. Algunos de ellos son muy diferentes a los que conocemos, como los planetas errantes que no orbitan ninguna estrella o los planetas que orbitan dos o más estrellas. Pero otros son muy similares a nuestro hogar, como los llamados planetas superterrestres, que son un poco más grandes que la Tierra y podrían tener atmósfera y océanos.
La escala de civilizaciones y la paradoja de Fermi
¿Qué tan avanzada es nuestra civilización? ¿Podríamos compararnos con otras posibles civilizaciones en el universo? Una forma de intentar responder a estas preguntas es usando la escala de civilizaciones propuesta por el astrofísico ruso Nikolái Kardashev en 1964. Esta escala clasifica a las civilizaciones según el nivel de energía que pueden acceder y aprovechar.
Una civilización de tipo 1 es capaz de utilizar toda la energía disponible en su planeta. Esto implica controlar el clima, los recursos naturales, las fuentes renovables y no renovables, y la comunicación global. Algunos estiman que nuestra civilización actual se encuentra cerca de alcanzar este nivel, aunque otros piensan que aún nos falta mucho.
Una civilización de tipo 2 es capaz de utilizar toda la energía disponible en su estrella. Esto implica construir estructuras como una esfera de Dyson, que rodea a la estrella y capta su radiación. Una civilización de este tipo podría colonizar otros planetas y sistemas solares cercanos.
Una civilización de tipo 3 es capaz de utilizar toda la energía disponible en su galaxia. Esto implica viajar y explorar a velocidades cercanas a la luz, dominar la física cuántica y la materia oscura, y crear megaestructuras como un agujero negro artificial. Una civilización de este tipo podría ser prácticamente inmortal e indistinguible de un dios.
Pero si existen estas posibles civilizaciones tan avanzadas, ¿por qué no hemos detectado ninguna señal de ellas? Esta es la pregunta que planteó el físico italiano Enrico Fermi en 1950, y que se conoce como la paradoja de Fermi. Si el universo es tan grande y antiguo, y hay tantos planetas potencialmente habitables, ¿dónde están todos?
Posibles filtros y explicaciones
La paradoja de Fermi ha generado muchas hipótesis y especulaciones sobre el destino y el origen de la vida en el universo. Una idea es que existen filtros o barreras que dificultan o impiden el desarrollo y la expansión de las civilizaciones. Estos filtros podrían ser pasados o futuros.
Los filtros pasados son aquellos que hacen muy improbable la aparición de vida compleja e inteligente. Por ejemplo, la formación de un planeta con las condiciones adecuadas para albergar vida, la evolución de organismos multicelulares, la emergencia de la inteligencia y la tecnología. Según esta hipótesis, podríamos estar solos o ser una de las primeras civilizaciones en el universo, debido a que hemos superado estos filtros tan difíciles.
Los filtros futuros son aquellos que hacen muy probable la extinción o el aislamiento de las civilizaciones avanzadas. Por ejemplo, las guerras nucleares, las pandemias, el cambio climático, el impacto de asteroides, la inteligencia artificial hostil, el agotamiento de recursos. Según esta hipótesis, podríamos estar condenados o ser una de las últimas civilizaciones en el universo, debido a que nos enfrentamos a estos filtros tan peligrosos.
Otras posibles explicaciones para la paradoja de Fermi son que las civilizaciones extraterrestres existen pero no se comunican o no se detectan por diversas razones. Por ejemplo, porque son muy diferentes a nosotros y no compartimos un lenguaje o un interés común, porque prefieren mantenerse ocultas o indiferentes, porque están muy lejos o muy dispersas, porque han transcendido a otro plano de existencia.