Un crimen que conmocionó a la sociedad valenciana encuentra su desenlace judicial definitivo
El pasado 22 de mayo de 2025, el Tribunal Supremo español dictó una sentencia que pone fin a uno de los casos de violencia de género más extremos de los últimos años. La Sala de lo Penal confirmó definitivamente la condena a prisión permanente revisable para Roque, el hombre que el 3 de abril de 2022 asesinó brutalmente a su hijo de 11 años, Juan Manuel, en su domicilio de una localidad valenciana.
Los hechos: una llamada que se convirtió en pesadilla
La tragedia comenzó como un día aparentemente normal. Juan Manuel, que acababa de cumplir 11 años, envió un mensaje de WhatsApp a su madre Ana a las 14:04 horas preguntándole si podía ir a recogerlo. Era domingo, uno de los días que pasaba con su padre según el régimen de custodia compartida establecido tras el divorcio de sus padres.
Ana intentó contactar varias veces con su hijo sin obtener respuesta. Finalmente, a las 14:14 horas, Roque permitió que el niño cogiera el teléfono mientras lo estaba atacando. La madre solo pudo escuchar el grito desesperado de su hijo: «mamááááá», antes de que se cortara la comunicación para siempre.
Durante los siguientes minutos, entre las 14:14 y las 14:30 horas, Roque asesinó a su hijo con un cuchillo de cocina de 12 centímetros de largo. El menor recibió 27 cuchilladas en el cuello, cara, torso y cabeza, además de otras 41 heridas de defensa en manos y brazos. Dos de las heridas fueron mortales de necesidad: una que seccionó la vena yugular derecha y otra que cortó la arteria carótida común izquierda, causando un sangrado incompatible con la vida.
Un patrón de violencia machista
El crimen no fue un acto aislado, sino el terrible desenlace de años de violencia machista. Según establece la sentencia, Roque había sometido a Ana a un patrón sistemático de maltrato psicológico y físico desde mayo de 2014, especialmente intensificado tras el nacimiento de Juan Manuel.
Los insultos constantes, las humillaciones públicas, el control obsesivo y los episodios de violencia física marcaron la vida matrimonial. Roque llamaba a Ana «gorda», «muerta de hambre» y otros insultos denigrantes, incluso delante de familiares y amigos. La controlaba constantemente, llamándola por teléfono para vigilar sus movimientos y llegando a obligarla a abandonar reuniones sociales, arrastrándola por el brazo.
La situación se agravó cuando Ana decidió separarse en febrero de 2021. Los episodios de violencia física se intensificaron: el 14 de febrero la agarró fuertemente por el cuello, y el 13 de marzo volvió a atacarla, levantándola del suelo y empujándola contra una pared, llegando incluso a ponerle un cuchillo en el cuello mientras intentaba quitarle la ropa por la fuerza.
La escalada hacia el crimen
Tras estos episodios, Ana finalmente presentó denuncia, resultando en una condena para Roque el 11 de agosto de 2021 por maltrato de género. Se le impuso una orden de alejamiento de 200 metros y prohibición de comunicarse con ella durante ocho meses. Sin embargo, Roque incumplió sistemáticamente estas medidas.
A pesar del divorcio formalizado en septiembre de 2021 con custodia compartida del menor, Roque continuó acosando a Ana. Los días previos al 3 de abril de 2022 intensificó las llamadas, coincidiendo con el cumpleaños de Juan Manuel. La sentencia establece que el asesinato del niño fue «el colofón de su deseo de dominación machista» contra Ana.
Un crimen calculado para causar el máximo daño
Lo más escalofriante del caso es que Roque no mató a su hijo en un arrebato, sino de forma premeditada y calculada. La sentencia establece claramente que «quería matar a su hijo para, así, causar a la madre del niño (su exesposa) el mayor dolor de todos los imaginables.»
El tribunal consideró probado que Roque aprovechó la indefensión absoluta del menor, quien «quería a su padre; confiaba en él, y nada temía». La notable desproporción física entre ambos y el hecho de que el niño murió «de forma innecesariamente dolorosa» fueron elementos clave para calificar el delito como asesinato con alevosía y ensañamiento.
Las consecuencias para la madre
El impacto en Ana ha sido devastador. Desarrolló un trastorno depresivo mayor derivado de una reacción depresiva reactiva al fallecimiento de su único hijo, con síntomas que incluyen miedo, nerviosismo, llanto constante, tristeza, desesperanza, anhedonia (incapacidad para disfrutar) e incluso ideación suicida. Requiere tratamiento psicológico, psiquiátrico y farmacológico continuado.
La condena y el recurso fallido
El Tribunal del Jurado Popular condenó a Roque a prisión permanente revisable por asesinato hiperagravado, junto con penas adicionales por lesiones psíquicas, maltrato habitual, amenazas y quebrantamiento de condena. También se le impuso una indemnización de 500.000 euros para Ana por daños morales.
La defensa intentó varios recursos alegando trastorno mental transitorio, confesión tardía y reparación del daño, pero el Tribunal Supremo desestimó todas las alegaciones. Los informes médicos confirmaron que Roque actuó con plenas facultades mentales, el reconocimiento de los hechos se produjo cuando ya era imposible negarlos, y el ofrecimiento de donación de un inmueble nunca se materializó realmente.
Un caso paradigmático de violencia vicaria
Este caso se ha convertido en un ejemplo paradigmático de violencia vicaria, esa forma extrema de violencia de género en la que el agresor utiliza a los hijos como instrumento para causar el máximo daño posible a la madre. La sentencia del Supremo sienta un precedente importante al confirmar que estos crímenes merecen las penas más severas del ordenamiento jurídico español.
La confirmación definitiva de la prisión permanente revisable envía un mensaje claro sobre la gravedad de estos delitos y la determinación del sistema judicial para proteger a las víctimas de violencia de género y a los menores, las víctimas más vulnerables de estos terribles crímenes.
