¿Alguna vez has sentido que correr en una cinta de correr es una forma de tortura? Si es así, no estás muy lejos de la verdad. La cinta de correr, ese aparato que hoy en día se encuentra en casi todos los gimnasios y hogares, tiene un origen oscuro y siniestro. Fue inventada en el siglo XIX como un castigo para los prisioneros, que debían pasar horas y horas caminando o corriendo sobre una rueda gigante. En este artículo, te contamos la historia de la cinta de correr, desde su nacimiento como un instrumento de disciplina hasta su transformación en una herramienta de ejercicio.
El origen en el sistema penitenciario
La cinta de correr fue creada en 1818 por el ingeniero inglés Sir William Cubitt, que se inspiró en las norias que usaban los animales para moler grano. Cubitt era un reformador social que creía que el trabajo duro podía mejorar el carácter y la moral de los delincuentes. En aquella época, el sistema penitenciario inglés estaba saturado y las condiciones eran inhumanas. Los prisioneros sufrían hacinamiento, enfermedades, violencia y abusos. Algunos movimientos sociales y figuras influyentes, como el filántropo John Howard y el jurista Jeremy Bentham, buscaban reformar las condiciones carcelarias y ofrecer alternativas a la pena de muerte o al destierro.
La introducción de la cinta de correr como una forma de rehabilitación en las prisiones fue vista como una solución a varios problemas. Por un lado, se pretendía que los prisioneros se mantuvieran ocupados y saludables, evitando el ocio y la pereza. Por otro lado, se buscaba que los prisioneros contribuyeran al bien común, ya que la energía generada por la cinta de correr se usaba para moler grano, bombear agua o generar electricidad. La versión original de la cinta de correr consistía en una rueda cilíndrica con escalones de madera, sobre la que los prisioneros debían caminar o correr sin parar. La rueda estaba conectada a un eje que accionaba una maquinaria. La velocidad y la inclinación de la rueda podían variar según el criterio del guardia.
El impacto en los prisioneros
Lejos de ser un método benigno y beneficioso, la cinta de correr resultó ser una forma de tortura física y psicológica para los prisioneros. Los prisioneros debían pasar entre 6 y 10 horas al día en la cinta de correr, recorriendo entre 20 y 30 kilómetros. El ritmo era tan exigente que muchos prisioneros no podían seguirlo y caían al suelo o se desmayaban. Los efectos físicos eran devastadores: ampollas, callos, heridas, dolores musculares, articulares y óseos, deshidratación, desnutrición y enfermedades respiratorias y cardíacas. Los efectos mentales tampoco eran menores: ansiedad, depresión, insomnio, alucinaciones y pérdida del sentido de la realidad. La indiferencia de los guardias ante los colapsos y lesiones de los prisioneros era tal que se llegó a decir que “la cinta de correr mata más que la horca”.
La expansión en el Imperio Británico y Estados Unidos
La cinta de correr se expandió rápidamente por las prisiones británicas y estadounidenses durante el siglo XIX. Se estima que más de 50.000 prisioneros fueron sometidos a este castigo en ambos países. Los problemas relacionados con el ejercicio forzado y la nutrición deficiente eran comunes y causaban muchas muertes. La opinión de los guardias sobre la eficacia del dispositivo para “domesticar” a los prisioneros era variada. Algunos creían que era una forma efectiva de imponer disciplina y orden, mientras que otros pensaban que era una forma cruel e inútil de infligir dolor.
Prohibición y resurgimiento
La cinta de correr fue prohibida en el siglo XIX debido a su crueldad y a la presión de los grupos humanitarios. La última cinta de correr fue desmantelada en 1898 en la prisión de Coldbath Fields en Londres. Sin embargo, la cinta de correr no desapareció del todo. En el siglo XX, resurgió como una herramienta de ejercicio para el público en general, especialmente para los atletas y los militares. La evolución de la cinta de correr hasta su forma moderna se debe al médico estadounidense Robert Bruce, que en 1952 diseñó una cinta de correr eléctrica para medir la capacidad cardíaca de sus pacientes. Desde entonces, la cinta de correr ha ido mejorando y diversificando sus funciones, ofreciendo opciones como la velocidad, la inclinación, el ritmo cardíaco, las calorías quemadas y los programas de entrenamiento.