- El semanario de información y análisis acusa que el gobierno de Amlo ha escalado de la descalificación a la estigmatización y de los señalamientos a la agresión verbal directa
Sergio Demetrio García | UCDD México
Con casi cinco décadas de desentrañar las historias del poder político de cualquier signo en México, la revista Proceso ocupa un lugar preponderante, referente y lectura obligada, dentro del periodismo nacional y más allá de nuestras fronteras. Su fundación el 6 de noviembre de 1976 no fue una ocurrencia o mera obra de la casualidad, es el resultado de una lucha, de pundonor y coraje de un puñado de reporteros que, encabezados por Julio Scherer García, venían de sobreponerse a un terrible atentado contra la libertad de expresión (golpe a Excélsior) que solo pudo haber sido ordenado por un régimen tan autoritario y represor como el de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), siguiendo la línea de su antecesor, Gustavo Díaz Ordaz, en los años más desgraciados del absolutismo priísta.
De aquella historia negra del poder político en México, con agravios tan marcados en el contexto del periodismo crítico, del periodismo de investigación, del periodismo libre, independiente, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) nos advierte desde su sitio web –Golpes a la libertad de expresión, la crisis del Excélsior– que “olvidar estos acontecimientos sería banalizar la relevancia de este oficio, de la libertad de prensa, de la libertad de expresión y, sobre todo, de aquella ética planteada por Scherer García ante la cooperativa de Excélsior en marzo de 1969, respaldando del derecho del pueblo a saber la verdad”.
A la distancia, casi 47 años después, la línea que divide el absolutismo del viejo régimen priísta con las tentaciones manifiestas del autodenominado gobierno de la Cuarta Transformación (4T) y del naciente “humanismo mexicano” de nuestros días, parece acortarse cuando en cada “mañanera” (las conferencias de prensa matutinas del presidente de México en Palacio Nacional) Andrés Manuel López Obrador descalifica, ácidamente, a quienes piensan diferente, a quienes osan cuestionar de frente a su administración y a los funcionarios que la integran, aún con pruebas irrefutables, acusándolos de hipócritas, conservadores y neoliberales, por decir lo menos.
En una de las actualizaciones más recientes de su sitio web, la revista Proceso denunció los exabruptos del jefe del Ejecutivo mexicano contra la prensa crítica a su gobierno que, en el caso del semanario de información y análisis, ha ido escalando de la descalificación a la estigmatización y de los señalamientos a la agresión verbal directa, acusa la casa editorial domiciliada en la Ciudad de México, capital de la República mexicana.
Para respaldar sus dichos, narra Proceso como es que uno de sus corresponsales, J. Jesús Esquivel, acreditado en Washington, fue hostilizado el 25 de marzo por dos funcionarios del primer círculo del presidente López Obrador, se trata de Jesús Ramírez Cuevas, vocero de la Presidencia, y Azucena Pimentel, ex empleada de los espacios informativos de Carlos Loret de Mola, el archienemigo declarado del jefe del Ejecutivo federal, transmutada a la 4T vía Comunicación Social de la Presidencia y ahora flamante coordinadora del programa AprendeMx, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), personajes que en la víspera del ataque habrían “reportado” al periodista con la directiva de Twitter con la intención de que ésta suspendiera su cuenta en la red social.
De acuerdo con la denuncia pública, el capítulo México de Artículo 19, organización internacional dedicada a la defensa de la libertad de expresión, documentó el martes 4 de abril que cuando J. J. Esquivel almorzaba junto con otras personas en un restaurante de la Ciudad de México, fue la actual titular de AprendeMx de la SEP quien en compañía de otro hombre, al parecer su pareja sentimental, se acercaron al periodista para espetar, a bote pronto: “Yo soy Azucena Pimentel y tu eres un acosador”, palabra (última de la frase) que repitió con particular insistencia.
Tras el incidente, la organización Artículo 19 – México, expresó su extrañamiento y preocupación porque “en un país donde muchas mujeres son efectivamente acosadas, una funcionaria utilice esta palabra de manera malintencionada para desacreditar la labor informativa de un periodista”, inquietud compartida también por el Comité Internacional de Protección a Periodistas y Reporteros Sin Fronteras.
A través de un comunicado, las tres organizaciones internacionales difundieron que pudieron constatar que Twitter Estados Unidos había suspendido la cuenta de J. Jesús Esquivel, cuando este mismo periodista solicitó una revisión a la plataforma y ésta le contesta que, efectivamente, la suspensión se hizo a una petición desde las cuentas de dos funcionarios públicos identificadas como @JesusRCuevas y @Pimentela_, o sea Jesús Ramírez Cuevas, vocero de la presidencia, y Azucena Pimentel, funcionaria de la SEP.
Cabe señalar que la práctica, terriblemente ruin y cobarde, de reportar las cuentas de redes sociales de los periodistas con la malsana intención de que sean suspendidas, va de la mano con el rosario de descalificaciones que se escucha casi todos los días en el “streaming” de Amlo, donde si alguno de los reporteros asignados a la “mañanera” cuestiona fuerte al tabasqueño, ipso facto se le acusa de ser vocero y enviado de la oposición, de ser empleado de los neoliberales, del conservadurismo y de la delincuencia de cuello blanco, cuando éstos son los mismos que cohabitan los amplios pasillos y salones de Palacio Nacional, ahí están los nombres, manchados de lodo, de historias negras, en el organigrama oficial.
Un señalamiento más que, de acuerdo a la exposición de Proceso, incita a la agresión verbal, a la agresión física directa, al escarnio y linchamiento público, ocurrió el 18 de marzo durante el 85 aniversario de la expropiación petrolera, en el Zócalo.
Cuando todo transcurría con aparente tranquilidad y la concurrencia proveniente de diferentes estados de la provincia mexicana se mostraba con cordialidad, amabilidad y empatía con los medios, a la altura del evento político conmemorativo, llegó un grupo que logró infiltrarse y colocarse en los lugares más próximos al templete instalado para la prensa, desde donde comenzó la gritería orquestada y con dedicatoria especial: “¡Fuera Proceso!”, “¡chayoteros!”, palabras de odio, aderezadas con señas obscenas y con algunos intentos de alcanzar la agresión física, que quedaron registradas en las videograbaciones del momento.
Si no estás conmigo, estás en contra mía
Pero si nos echamos una zambullida a la memoria electrónica, resulta que estos resquemores del presidente mexicano frente a la política editorial que a lo largo de los años, sexenios tras sexenios, ha caracterizado a la revista de circulación nacional fundada por don Julio Scherer García, comenzaron a darse desde mucho antes que iniciara la administración que hoy se sigue presumiendo “diferente” al viejo y rancio régimen priísta, diferente, incluso, a los doce años de la noche panista, pero que en los hechos, por las actitudes, incluso por los nombres, parecieran ser los mismos.
En agosto del año pasado, desde la “mañanera”, Amlo reprochó a Proceso: “El periodismo que ustedes hacen es un periodismo distante completamente al poder, esté quien esté en el poder, ustedes no se comprometen con nadie (…) para mi gobierno, no hay nada de apoyo en Proceso”.
El reproche del tabasqueño, a contracorriente de la línea editorial de los medios críticos e independientes, estableció las dos razones por las que éste no deja de meterse con los periodistas:
Uno, por criticarlo, con sustento en la mayoría de los casos; y dos, por no apoyarlo abiertamente como lo hacen los más oficiosos de los medios tradicionales y digitales que se dan cita a las conferencias de prensa matutinas en la sede del poder Ejecutivo, enclavada en el corazón político de la patria.
Según López Obrador, criticarlo sin consideración, aunque haya elementos de prueba contundentes, y no apoyarlo abiertamente, va hasta en detrimento del propio pueblo y a favor de los intereses más descompuestos y corruptos de la política neoliberal, de la política del conservadurismo. Esto es, simple y llanamente, algo así como “si no estás conmigo, estás en contra mía”.
Pero ya desde noviembre del 2018, como presidente electo, Andrés Manuel mostraba su enojo porque el trato informativo de Proceso no cumplía con sus muy particulares expectativas, pero olvida, a conveniencia, las coberturas objetivas y responsables de la prensa libre e independiente en los años más difíciles del inicio de su movimiento que, actualmente desde el poder, pareciera configurarse más como un movimiento de reivindicación del viejo sistema político mexicano.
Una nota del reportero Álvaro Delgado, “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”, publicada en la portada de Proceso, edición 2192, destaca la advertencia del abogado constitucionalista Diego Valadés:
“La ‘plausible’ decisión del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador de separar el poder económico del poder político, semejante a la hazaña de Benito Juárez de dividir el poder civil del poder eclesiástico, es de tal magnitud que exige una reforma constitucional y un acompañamiento del Congreso y de su gabinete, porque si la emprende solo, así sea el jefe de Estado, fracasará”.
La reacción de López Obrador no se hizo esperar, señalando a la publicación de “muy sensacionalista..amarillista la revista”, por lo que su hoy vocero, Jesús Ramírez Cuevas, ha preservado y guardado celosamente la misma postura en el ejercicio del poder, negando incluso entrevistas solicitadas por Proceso tan sólo para ejercer su derecho de réplica.
Con los más ridículos pretextos como el de que “hay requisitos que no se cumplen”, la vocería del presidente de México ha apretado la censura contra la revista de circulación nacional, limitando hasta la cobertura de eventos relevantes, sin importar que haya una invitación abierta, girada por la Presidencia, a la prensa en general.
Y lo más grave que está sucediendo en México, no sólo por tratarse de la revista Proceso, ícono del periodismo crítico, independiente, de investigación, porque también lo han padecido y lo están padeciendo periodistas que en un tiempo no muy atrás se identificaban con el modo de pensar de Amlo, es que desde las políticas públicas de comunicación social de la Presidencia de la República se ha escalado de la descalificación a la estigmatización y de los señalamientos a la agresión verbal directa, acusa la casa editorial de Fresas # 13, en Cdmx.
Por si hiciera falta oficializar la descalificación, la estigmatización, los señalamientos y la agresión verbal directa, Amlo ha sido franco y generoso en sus palabras: “Ahora la confrontación es porque Proceso se derechizó, se volvió conservador, un vocero más del conservadurismo”.