La explicación de la adicción al alcohol en adolescentes y adultos es multifactorial. De acuerdo con la evidencia científica: “El consumo de alcohol es una conducta habitual en la mayoría de las personas de nuestra sociedad. ¿Por qué algunas personas van a tener problemas con el alcohol y otras no? Se considera que algunas personas pueden tener una mayor predisposición biológica hacia los trastornos por consumo de alcohol. Por ejemplo, si los padres eran consumidores o los abuelos por línea materna o paterna, se suele heredar el trastorno adictivo. Sin embargo, atribuir el alcoholismo a un único factor de vulnerabilidad, sería una simplificación equivocada de una enfermedad en la cual concurren múltiples factores de vulnerabilidad. Entre ellos destacan factores socio-culturales, familiares, eventos vitales estresantes y la accesibilidad al tratamiento especializado”.
Un porcentaje considerable de la población española puede tener riesgo de desarrollar una adicción al alcohol. De acuerdo con la evidencia científica: “Según la Primera edición del estudio “Percepción y conocimiento del Alcoholismo en España” (Lundbeck, 2016), un 17,1 % de la población española realiza un consumo de alcohol de riesgo. Es de destacar la gran distorsión existente entre el consumo de alcohol real y su percepción, ya que un 76% de los bebedores de riesgo no percibe que beban demasiado alcohol.
La mayor parte de las demandas por problemas de alcohol, se inician en Atención Primaria (AP), ya sea por un problema de salud que la persona atribuye al alcohol o porque al realizar la historia clínica éste aparece implicado. Así, en los centros de AP se observa una alta prevalencia de patologías relacionadas con el consumo de alcohol, estando relacionado con un volumen importante de consultas en el ámbito de la Medicina de Familia”.
A lo largo del tiempo se han logrado diversas conductas de riesgo relacionadas con el alcohol. De acuerdo con Ruz y Pascual (2016, p. 28) “El consumo de riesgo es un patrón de consumo de alcohol que aumenta el riesgo de consecuencias adversas para la salud si el hábito del consumo persiste.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo describe como un consumo regular de 20-40 gr diarios de alcohol en mujeres (superior a 140 gr a la semana) y de 40-60 gr diarios en hombres (superior a 280 gr a la semana). Se describe un tipo especial de bebedores de riesgo. Son aquellas personas que consumen alcohol, incluso en pequeñas cantidades, en situaciones de peligro (conducción, actividad laboral de riesgo, etc) o en aquellos casos que lo contraindiquen las circunstancias personales (embarazo, lactancia, tratamientos farmacológicos donde esté contraindicado alcohol)”.
Según la evidencia científica, el inicio a temprana edad del consumo, es un fuerte predictor de consumo crónico en la adultez. De acuerdo con investigaciones recientes: “El consumo de alcohol durante la adolescencia puede inducir cambios en la plasticidad del cerebro, que pueden aumentar la vulnerabilidad hacia el alcoholismo”. Las personas que empiezan a beber alcohol antes de los 15 años tienen 4 veces más probabilidades de desarrollar alcoholismo que los que empiezan después de los 21 años (Hingson, Heeren y Winter, 2006)”.
Debido a la naturalización del consumo de alcohol en diversos países como España, los consumidores de alcohol tratan de evitar la atención clínica a excepciones específicas que ameriten urgencia. De acuerdo con Arbesu y Pascual (2016, p. 33) “Se hace necesaria una identificación e intervención precoz, que debe realizar el médico de atención primaria ante las primeras manifestaciones de un uso problemático del alcohol y consecuentemente debería ser el personal sanitario de este ámbito el encargado de identificar e intervenir cuando se presentan pacientes cuyo consumo de alcohol es peligroso o perjudicial para su salud, e incluso en el caso en el que el paciente ha iniciado una dependencia, proporcionando el asesoramiento y tratamiento adecuado sobre dicho consumo (Arbesu, 2015)”.