El consumo continuado de alcohol suele provocar reacciones negativas en diferentes áreas del ser humano, con una mayor incidencia en los adolescentes. De acuerdo con Casquero y Guardia (2016, p. 81) “El consumo excesivo continuado de alcohol interfiere en el proceso de maduración cerebral que se produce durante la adolescencia.
Determinadas estructuras cerebrales que tienen una maduración más tardía, como el córtex cerebral prefrontal y que son decisivas para funciones neuropsicológicas sutiles como son las funciones ejecutivas, la memoria y el aprendizaje, pueden resultar incluso más vulnerables al impacto del alcohol durante la adolescencia. Y esta interferencia en el proceso de maduración de las diversas estructuras cerebrales puede inducir en los adolescentes una mayor sensibilidad hacia las conductas que les aportan recompensa cerebral (alcohol, drogas, juego, comida), al mismo tiempo que un déficit en la inhibición de respuestas inapropiadas.
Se han detectado déficits en la estructura del cerebro (disminución de la sustancia gris, deterioro de la integridad de la mielina y déficits en la formación de sinapsis en la corteza prefrontal), junto con cierto deterioro en la atención, memoria, capacidad de aprendizaje, pensamiento abstracto y funciones ejecutivas (flexibilidad cognitiva, planificación, toma de decisiones, control inhibitorio). El deterioro de dichas funciones es parcialmente reversible con la abstención continuada de bebidas alcohólicas, pero una parte de dicho deterioro puede persistir durante la vida adulta e incrementa la vulnerabilidad hacia las conductas adictivas (Guerri Sirera, 2015; Rodriguez Holguin y cols, 2015)”.
Asimismo, de acuerdo con Arbesu y Pascual (2016, p. 33) el alcohol es la droga psicoactiva más consumida en España (PNsD, 2011), responsable de más de 200 enfermedades, que van desde patologías muy graves y de menor prevalencia como la cirrosis hepática, la pancreatitis, la enfermedad cardiovascular (AVC, infarto) distintos tipos de cáncer a patologías de curso crónico y de mayor prevalencia que se detectan, tratan y controlan desde la Atención Primaria, como son la hipertensión, los problemas metabólicos, y problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad.
El consumo de alcohol por parte de una embarazada puede provocar síndrome alcohólico fetal y complicaciones prenatales (Monteiro, 2008). El trastorno por consumo de alcohol se relaciona con trastornos sociales, y de comportamiento como son la criminalidad y la violencia familiar.
De hecho, el consumo de alcohol no sólo va a perjudicar al consumidor, sino también a quienes le rodean: víctimas de accidentes a causa de un conductor ebrio, miembros de la familia del paciente, niños. (Steen, 2004 y Rossw, 1996) Sin embargo, a pesar del daño que representa tanto para la salud como para la sociedad, el Trastorno por Consumo Alcohol (TCA) es una enfermedad infradiagnosticada e infratratada (Alonso, 2004).
Por otra parte, de acuerdo con Guardia y Gonçalvez (2016, p. 46) “En España, el abuso de alcohol es la primera causa de discapacidad en hombres jóvenes de 15 a 29 años (16,4%); seguido por la depresión 10,9%; accidentes de tráfico 7,6%; adicción a drogas 7,1%; trastorno bipolar 6,9%; esquizofrenia 6,4%, asma 4%. Mientras que, en las mujeres jóvenes, el abuso de alcohol representa el 4,3%, con otras causas más frecuentes de discapacidad como depresión 21,1%, migraña 14%; trastorno bipolar 7,3%; esquizofrenia 5,8%; crisis de angustia 5,5% y asma 3,2% (Catalá-López y cols., 2013). A nivel neuronal el consumo prolongado de alcohol provoca diversos cambios negativos.
De acuerdo con Guardia y Armenteros Del Olmo (2016, p. 98) “La repetición frecuente de episodios de consumo intensivo de alcohol va a producir cambios adaptativos en la neurotransmisión que se van a manifestar progresivamente en forma de tolerancia aumentada al alcohol y efecto de rebote, que cuando se produzca la transición a la adicción se convertirán en dificultad para controlar el consumo de alcohol, “necesidad” de ingerir bebidas alcohólicas y síntomas de abstinencia del alcohol (Guardia y cols., 2011)”.