Isabel de Baviera más conocida como Sissi, trascendió en la historia como una de las grandes reinas de la humanidad. Pero también tuvo una vida llena de desgracias. Bulímica, vigorexica y depresiva acompañaron su personalidad desordenada. Bella, esbelta doncella, espíritu delicado: no le bastaron para desnudarse de la melancolía y de la asfixiante corte dónde persistió hasta su misteriosa muerte.
El trascurso de la vida de la Emperatriz Sissi estuvo a años luz de ser un fantosioso cuento de duendes, hadas y magia. Isabel de Baviera no estaba diseñada para gobernar una corte extremamente conservadora como la del Imperio Austríaco.
Esta icónica doncella, impresionaba por su belleza innata, su rostro ovalado custodiado por una espléndida cabellera castaña, definían a la cuarta de tan solo diez hijos que tuvo el duque Maximiliano José de Wittelsbach y la princesa Ludovica, hija esta del Rey Maximiliano I de Baviera. Sissi, nació el 24 de diciembre de 1837. Creció libre siempre en contacto con la naturaleza. Acostumbrada al ambiente de relativa libertad en el que había sido criada asumió la estricta corte de Viena. Desde su llegada triunfal a la corona tuvo la incesante vigilancia de su suegra: la archiduqueza Sofía. Quien se convirtió desde sus inicios en una carga demasiado pesada para ella. La súbita muerte de varios de sus familiares más allegados, incluyendo su hija primogénita y luego su hijo, no hizo más que agravar este sentimiento de desaucion y la asumió en una injusta pero profunda soledad.
La Corte Maldita
Desde el mismo inicio de su entrada como la elegida al trono, Isabel no fue un agrado para muchos. La mayoría la colocaron en el epicentro de numerosas críticas y burlas. Disímiles y malintencionados comentarios acompañaron a la reina por ser la elegida «a dedos» del rey Francisco José, cuando todos pensaban que la afortunada sería Elena, la hermana mayor de Isabel. El destino hizo de las suyas, el apuesto rey quedó embrujado por la hermosura de aquella mujer desconocida por todos. De echo a la propia Sissi, no le hacía especial ilusión este matrimonio porque le suponía separarse de su familia y de su amada Baviera. Y por demás, cargar con todo el peso de ser la reina consorte de una de las tierras más poderosas del viejo continente europeo.
Su inteligencia no desestimó en rechazar esa oportunidad, por lo que accedió a prometerse con él. En ese entonces, comenzó a padecer de comportamientos puramente alterados. La ansiedad cubría enormemente sus emociones y acciones. El protocolo de la época y la enfermiza vigilancia de su suegra la asfixiaban día a día. Y su enamoradizo esposo para llevarle la contraria a los disímiles comentarios malintencionados de su madre con respecto a Sissi, decidió solo ocuparse de asuntos del gobierno.
La oscura soledad y los escabrosos silencios de aquella corte maldecida acompañaban los pasos de la bella joven. Sissi se empoderaba como nunca nadie imaginó. Sus presentaciones en público y su excelente oratoria sobrepasaba con creces toda las inquinias y envidias que le profesaban. Comenzaba entonces a escaparse de toda esa situación descargando su malestar con la práctica de ejercicios intensos. La constante obsesión conllevó a exteriorizar comportamientos excéntricos e impropios de una fluctuante emperatriz. Realizaba extensas caminatas por la comarca de su castillo, montaba a caballo casi sin descansos, e incluso armó dentro de sus aposentos un gimnasio, convirtiéndolo en esa cúpula extravagante dónde aparentemente canalizaba sus problemas mentales.
Sissi padecía de ansiedades extremas, y no es secreto para nadie que en su botiquín llevaba siempre jeringas cargadas de cocaína, que por aquel entonces se usaba como sedante. Su mentalidad se tornaba oscura e irracional, ya el control de sus pensamientos no le dejaban trecho a la paz interna que tanto necesitaba. Sus gritos internos se manifestaban en puros sufrimientos. Sufría de anorexia, puesto que comía muy poco y se obsesionada en mantener un peso ínfimo que a corto tiempo, traería problemas de salud.
MUERTES INESPERADAS
La muerte siempre acompañó a Sissi, la gran Emperatriz. Varios de sus seres queridos murieron de forma inesperada y a veces hasta rara. El primer suceso correspondió a su idolatrado padre, el duque Maximiliano de Baviera en 1888, aunque por causas naturales. Luego el segundo golpe emocional fue un año después, cuando su hermana menor Sofía Carlotta murió durante un bravío incendio en la ciudad de París dónde participaba en un mercado solidario.
Cuántas historias y hechos malditos rodearon la vida de esta Emperatriz. Por si fuera poco, Sissi emprendió un viaje inesperado a Suiza, el destino quiso que su luz se apagará en aquel instante. Un anarquista italiano, reconocido en esa urbe y nombrado Luigui Luchen, fingió tropezarse con ella y le clavó en su pecho un estilete mortífero. Al principio la Emperatriz no fue consciente de lo acontecido, y atribuyó el dolor a un simple golpe, pero luego fue sacudida por un desmayo que le arrebató la vida por siempre. El arma le había provocado una herida discreta pero fatal, que causó un taponamiento cardíaco.
Su virtud de gran Emperatriz perpetúa aún en el tiempo. La historia cortesana la recuerda y la admira con frenesí. Su nombre se eterniza en el manto azul del cielo terrenal como Sissi: la Emperatriz.